Carmen Rosa Torres, directora provincial del Instituto Andaluz de la Mujer presentó el acto junto al profesor Antonio J. Quesada autor del prólogo del libro.
NO SE NACE MUJER: SE LLEGA A SERLO
por Antonio J. Quesada Sánchez
Ser mujer, posiblemente, es una de esas pocas cosas serias que todavía se puede ser en este mundo. Ya se sabe, además, que ser mujer, arzobispo de Manila o primera bailarina del Bolshoi son tareas que están al alcance de muy pocas personas en esta vida.
“No se nace mujer: se llega a serlo”, nos enseñó la mítica Simone de Beauvoir, tanto con “El segundo sexo” como con otras obras y con su propia vida, posiblemente su mejor obra (con permiso de mis amados mandarines). Simone, una mujer que tomó las riendas de su vida y que, además de ser una pensadora y una creadora de primer orden, nos enseñó a ser mujeres completas, personas inteligentes y dueñas de nuestras vidas sin necesidad de desarrollarnos gracias a tenerle la comida calentita al tarado de turno, las zapatillas en su sitio, la casa limpia o las cervezas frescas para los días de fútbol europeo. Algún machista con sentido del humor hubiese podido describir a Simone como una mujer “con dos cojones”, y debajo de la poco presentable terminología late una importante verdad. Misterios de la lengua (viperina), que en muchos casos todavía no entiende de estas cosas de género (ahora en serio: debemos asumir el problema, para guerrear también en este frente): mientras hombres públicos y mujeres públicas no tengan la misma o parecida connotación, mientras califiquemos con respeto a alguien como un zorro pero generalmente sea otra cosa hablar de una zorra, o mientras algo muy bueno sea cojonudo y algo muy aburrido sea un coñazo, queda trabajo por hacer. Y las mujeres debemos asumir el reto: nos va la condición en ello.
Por tanto, todavía a estas alturas debemos hablar de feminismo y de ideas de género, ¡cómo no!, pues cuando no se hacen los deberes a tiempo siempre hay que recuperar en septiembre. Ojalá (“Ojalá” cantaba el gran Silvio) no fuese necesario detenernos en estas cuestiones hoy, dejando esta tarea para los historiadores, pero desgraciadamente todavía hay que estar en ello porque la desigualdad se cuela por las grietas de la sociedad y por ahí no debemos pasar, ni la desigualdad ni nosotros (además, corren malos tiempos para algunas conquistas sociales, y no se nos debe olvidar que los derechos sociales no se regalan: se conquistan).
Por otra parte, si meditamos acerca de dónde venimos, la carretera tiene sus curvas: los de siempre ya se encargaron de concebir a la mujer como el reposo del guerrero durante siglos, la mayoría de las iglesias la consideraban la encarnación del pecado para el casto y santo varón (¡ay, Eva, qué guerra les das!), y la publicidad nos recordaba una y otra vez que “la mujer es cosa de hombres”, además de adornar mil y un productos estúpidos con cuerpos de mujer en todo momento. Los concursos de belleza hurgan en la llaga de la mujer empaquetada como un objeto de consumo, algo maquillado actualmente con la existencia de concursos de belleza masculina o con el adobo cultural en ambos tipos de certámenes (resulta peor el remedio que la enfermedad: no parece pretenderse erradicar la esclavitud, sino elevar el nivel de vida de los esclavos; no me gusta). Aristóteles llegaba a considerar a la mujer un hombre incompleto, y Freud, el curandero de Viena, rascó en dicha idea, conectándola con el “hijo predilecto” que el hombre suele lucir en salva sea la parte de su anatomía (con Freud casi siempre acabamos en lo mismo…).
En conclusión, que a estas alturas de la película todavía debemos seguir reflexionando sobre este tema y actuando enérgicamente para erradicar desigualdades por cuestión de género. Aurora, autora de este trabajo que tengo el honor de acompañar con estas modestas líneas, así lo hace, y nos ofrece un sugerente estudio que nos ayudará a entendernos mejor y a trabajar por un mundo mejor. Lo centra en Málaga, sabedora de que, como pretendía Sciascia, describiendo bien Sicilia, describía el mundo. Y eso hace más útil el libro de Aurora: describiendo Sicilia o Málaga bien descrita, seguro que un neoyorquino sabrá entendernos.
Una de las mayores virtudes del trabajo es lo didáctico que resulta en todo momento: estas páginas unen teoría, extraída de los libros más sabios, a práctica, lograda a pie de obra, y eso el lector lo agradece.
Aurora: gracias. Como mujer hecha y derecha te agradezco el esfuerzo que has realizado. Y espero que no te suene a recurso literario mi consideración de mujer: creo haber ganado dicha condición por méritos de guerra, como algunos llegan al generalato.
Gracias, Aurora, por formarnos e informarnos. Por acercarnos, a mujeres y compañeros de viaje, el fuego de los dioses. Con el maestro Benedetti debo terminar, por tanto, dándote las gracias por el fuego. De mujer a mujer.
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