III ANTOLOGÍA ACE- ANDALUCÍA


 PREFACIO

                                               Por Manuel Gahete, presidente de ACE-A


Podría decir que solo la palabra persiste tras la nada, con una ley insobornable a la que nadie duda en someterse, aunque la usanza haya dejado signos de sesgo antagónico y el ser humano sea por esencia o mimesis cainita de sí mismo. Porque la palabra salva incluso hiriendo, clavada como un áspid en las venas del alma, sorteando la última vaguada de la muerte. Tantos poetas la han cantado, tantos que sería pertinente recordarlos en futuras entregas. Mas hoy nos congregan dos voces singulares, tocadas por la emoción, unidas por el efecto, merecedoras de esa rara cualidad del espíritu como es la admiración por el otro. En ambas se condice el amor por la vida, el clamor de la naturaleza, esa luz imperturbable que se yergue desde el más hondo abismo perpetuando el renacimiento. Julio Alfredo Egea y Pilar Quirosa-Cheyrouze son ya sustrato capital de nuestra tierra, semilla fértil en campos de labranza, alto vuelo en el vértigo del aire. De ellos y para ellos hoy nuestra palabra es su palabra:

La palabra

Quizá cuando en la infancia se descubrían los cielos,
y el aire quieto alzaba sus pájaros azules,
ya estaba la palabra ensayando sus formas
de volar desnudando la carne del harapo,
presintiendo ser única al sentirse elegida.
Primero de puntillas, con el miedo y el gozo
de ese niño que ensaya el andar... y de pronto
balbucea su sorpresa al encontrarse erguido.  
  

Como al pájaro joven
que le crece su música a la par que las alas,
y en el primer arpegio de su flauta dormida
descubre el universo.
Así, soñando hacer la vida más hermosa,
intentando lograr un relato de esencias,
poniendo un nombre nuevo al alma de las cosas.
(Julio Alfredo Egea)

No siempre se hace justicia en este mundo. Diría que casi nunca, porque son muchos los condicionamientos que instan a ensalzar a algunos, relegando a otros, dejando a estos en el olvido y sobrevalorando a aquellos. Los seres humanos solemos ser así de simples o perezosos, dando por bueno lo que nos dictan o aceptándolo sin reflexión ni criterio. Y cómo no, al final siempre compramos lo que nos venden, aunque sea la última basura surgida del millonario imperio del mercado. No sé muy bien a qué viene tanta impostura para convencernos de que no somos seres insólitos, de que compartimos el imaginario colectivo sin salirnos del plato, porque parecer raro o disidente no suele ser lo más propicio. Solo la literatura nos desintoxica, nos permite vibrar, en ella hallamos espacios de aire respirable, zonas de peaje en la torva andadura, luz difusa en la colmada sombra. Es probablemente lo que Julio Alfredo pretendía transmitir:

Escribo por necesidad, cuando sufro o gozo con un tema sintiendo urgente necesidad de expresarlo, nunca por vano artificio literario.
La mayoría de mis libros tienen unidad temática y mis temas preferentes son humanismo y naturaleza. Estoy entre los poetas que soñaron cambiar el mundo con la poesía; al menos aspiro a dejar un rayo de espiritualidad sobre el materialismo existente.
Siempre pensé y sentí que la poesía era algo así como el recibo de un guiño de Dios entre la niebla. Creo que lo que más importa en poesía, como en cualquier género, es llegar a tener una voz personal, mejor o peor pero propia, poder establecer ante el lector una válida oferta de sugerencias, y, si es posible, imprimir un pellizco de sorpresa. El lenguaje es decisivo, el valor de las imágenes y el ritmo interior del poema.
Quizá la poesía solo sea una traducción de los asombros a través de la sensibilidad del poeta, del asombro inacabable de ir descubriendo la vida, los seres y las cosas, desde la niñez.

Si se calla el cantor calla la vida / porque la vida, la vida misma es todo un canto. Pilar Quirosa-Cheyrouze escribió estas palabras que siguen sobre el poeta Julio Alfredo Egea en la doliente hora de su muerte:

La palabra de Julio Alfredo Egea, referente poético de la Generación del 50, quien, por fortuna ha recibido, durante todos estos años, muchos reconocimientos en vida, nos lleva a seguir recorriendo una travesía universal en la búsqueda de una verdad conciliadora con el tiempo que nos ha tocado vivir. Una andadura por la que el poeta de Chirivel ha recorrido con sus versos una tierra de inmensidad, esencialidad y hondura. Una naturaleza de reconocibles vuelos, voluntad inagotable de asombros que siempre ha sabido comunicar a través del tiempo en el acercamiento a unos cauces estéticos, plenos de lirismo y verdad, vertidos en la entrega solidaria, desde la ética del pensamiento y una andadura que se desborda en la palabra, desde el crucial compromiso con la cultura y la sociedad almeriense.
Ha fallecido Julio Alfredo Egea en la cercana Granada, su tierra de adopción, que tanto amaba. Una ciudad en la que compartía grandes amistades, donde era académico de la Academia de Buenas Letras de Granada, una labor a la que se unía el reconocimiento a una obra literaria, desde la sencillez de un camino laborioso y la fuerza de su entrega. Ese era el trayecto por recorrer y el poeta siempre lo supo: la esencialidad de la andadura, los matices del vuelo y la libertad, más allá de los claroscuros sembrados en la espesura. Un compromiso, desde siempre, realizado por el fundador y redactor jefe de la revista Sendas, donde se publicó en 1946, el primer homenaje escrito al poeta Federico García Lorca en España. Un compromiso eterno con la verdad, la que recibimos desde sus versos, en la voluntad inagotable de luchar contra las injusticias, en el abrazo desprendido, en el amor por su familia. Él nos lo anunció: “Quizá la poesía solo sea una traducción de los asombros a través de la sensibilidad del poeta, del asombro inacabable de ir descubriendo la vida, los seres y las cosas, desde la niñez”. En el horizonte de luz y por siempre, la memoria sentimental y el recuerdo de los instantes vividos y compartidos.

Y ciertamente han sido muchos los instantes vividos y compartidos. Menos con Julio Alfredo, a quien conocí personalmente en Granada cuando acudió, junto a Rafael Guillén, a la presentación de mi libro La región encendida, recién inaugurado el siglo XXI; y, desde entonces, he sentido que un vínculo indeleble se instituía en mi corazón con ambos, la gratitud inmensa de quien se siente protegido por la cúspide del cielo. Mucha más intensa ha sido la relación que nos unía con Pilar Quirosa-Cheyrouze, fraternal amiga, hermana en la senda, siempre lámpara de inmarcesible luz, con quien tanto queríamos. Porque lo cierto es que siempre que expira un poeta nos parece que un eco íntimo se extingue dentro de nosotros, como si el corazón exhalara un terrible quejido de volcán en el aire, una ilusión corrompida al albur de la nada. No será fácil olvidar a Julio Alfredo Egea ni a Pilar Quirosa-Cheyrouze. Pocos seres humanos he conocido poseedores de tanta sensibilidad, tanto aliento fúlgido y tanta ternura inmarcesible.
Si se calla el cantor muere la rosa / de qué sirve la rosa sin el canto. Aunque todos sabemos, y estas páginas se nutren de las pasiones más intensas, que ni calla la vida ni muere la rosa cuando calla el cantor, porque su voz sigue restallando en las tribunas, se ilumina sobre la oscuridad del silencio y se arroga fértil en la voz de otros cantores. Y es que siempre nos quedarán sus versos, plenos de honda emoción, legatarios de un acendrado ejemplo de solidaridad y fortaleza que difícilmente podremos olvidar.

III
Hazme noche por siempre
lejos de la ceniza
que mi voz se convierta
en esponja
y busque el rumor del agua
y tu huella de río interminable.
(Pilar Quirosa-Cheyrouze)

Así será sin duda la impasible luz de la palabra que, en su gozo y dolor, se yergue y torna poderosa y esquiva.

III ANTOLOGÍA DIGITAL ACE- ANDALUCÍA

"Quizá cuando el amor quede tan solo, la única estancia habitada"


21 ESCRITORAS Y 43 ESCRITORES


Aziz Amahjour, Juan Andivia Gómez, Rafael Ávila, Alicia Aza, Emilio Ballesteros, Sergio Barce, Carlos Benítez VIllodres, José Cabrera Martos, Diego Castillo, Juan Clemente Sánchez, Rosa Díaz, Mohamed Doggui, Alejandro Duque Amusco, Paloma Fernández Gomá, Luis Alberto Fernández Piña, María Jesús Fuentes, Manuel Gahete, Aurora Gámez Enríquez, José Ganivet Zarcos, Antonio García Velasco, Inmaculada García Haro, Maricruz Garrido Linares, Ramón González Medina, Ana Herrera, Pedro Luis Ibáñez Lérida, Víctor Jiménez, Alfredo Jurado, Encarna Lara, Encarna León, Fuensanta Martín Quero, Lorenzo Martínez Aguilar, Ramón Martínez López, José María Molina Caballero, Francisco Mortales Lomas, Antonio Moreno Ayora, Francisco Muñoz Soler, José Olivero Palomeque, José Orihuela Guerrero, Juan Orozco Ocaña-Joros, Concha Ortega, Juan Antonio Palacios Escobar, Juan Luis Pinto, Antonio Porras Cabrera, Balbina Prior, Manuel Rámila, Mercedes Ramos Jiménez, Ana Recio Mir, José Rienda, Juan Emilio Ríos Vera, Rosa Romojaro, Luis de la Rosa Fernández, María Rosal, Encarnación Sánchez Arenas, Tomás Sánchez Rubio, Solange Sand, José Antonio Santano, José Sarria, Araceli Sobrino Martínez, Almudena Tarancón, Alberto Torés, Antonio Varo Baena, Francisco Vélez Nieto, José Juan Yborra y Corona Zamarro.

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