Desde la Delegación de Málaga, Ace Andalucía
felicitamos a Juana Castro
y nos complace publicar una reseña homenaje leída en el acto de entrega del XII Premio de Las Letras Andaluzas, 2021
"Elio Antonio de Nebrija"
La excelente intervención, a cargo de la Catedrática
de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada Universidad de Córdoba, Dña. María Ángeles Hermosilla Álvarez, (esta reseña
forma
parte de un estudio más amplio sobre la obra de nuestra poeta):
JUANA CASTRO
Mª Ángeles HERMOSILLA
ÁLVAREZ
Universidad de Córdoba
Aunque en los
últimos años las poetas han ido tomando conciencia de la existencia de una voz
lírica femenina, el camino no ha sido fácil y los logros conseguidos se deben
en buena medida a escritoras que, como Juana Castro, ofrecieron un ejemplo en
la construcción de un yo poético de mujer.
Hasta bien avanzado el siglo XX, las mujeres que tomaban la
palabra observaban la paradoja de que eran «sujetos hablantes en un lenguaje que
ya las ha construido como objetos» (Patrizia Violi, 1991: 14), de modo
que la construcción de la subjetividad debía realizarse a partir de la «deconstrucción» del orden patriarcal.
Por tanto, lo
femenino, para el pensamiento posmoderno, es en gran medida, una construcción
cultural, y el feminismo francés de la diferencia afirma que la identidad
sexual no es biológica, sino que responde a una posición cambiante del sujeto.
Por ello, autoras como Julia Kristeva (Toril Moi, 1986: 171 y ss.), en vez de
elaborar un teoría sobre lo femenino, ponen el acento en la marginalidad o la
disidencia, que parecen caracterizar a las escritoras cuando tratan de crear un
sujeto poético propio.
Sin embargo, aunque
pueda existir algún precedente aislado, se trata de una labor que las poetas no
emprenderán hasta finales de los setenta del siglo pasado y, entre ellas, destaca Juana Castro, que, como afirma Olvido
García Valdés en el prólogo de la antología Heredad
(Juana Castro, 2010 b: 11), se declara abiertamente seguidora del feminismo de
la diferencia.
Ya en su primer
libro, Cóncava mujer (1978), situado en
el panorama poético entre una poética realista y la que representaba el grupo
Cántico, reflexiona sobre la condición de mujer, un tema clave que desde el
principio ha señalado la crítica, cuyo designio social, vinculado a lo
reproductivo, pone en cuestión.
Se inicia así una
trayectoria literaria, jalonada de premios, como el que nos reúne hoy aquí, que
continúa con el libro Del dolor y las
alas (1982), sobre la pérdida del hijo; Paranoia
en otoño (1985), premio del Ayuntamiento de Valdepeñas, libro de exaltación
de la pasión amorosa; Narcisia (1986),
que canta la creación del mundo desde un punto de vista de mujer; Arte de cetrería (1989), premio Juan
Ramón Jiménez, donde las imágenes de la caza reflejan las relaciones de poder; Fisterra (1992), premiado un año antes,
con el título Regreso a Géminis, por el Ayuntamiento
de Algeciras, y en el que se rememora el paisaje rural de la infancia, un tema
presente también en Del color de los ríos
(2000), accésit del premio Esquío de Poesía (Ferrol), en algunos de cuyos
versos homenajea a sus antepasadas. Entre uno y otro, Juana había publicado No temerás (1994), premio Carmen Conde,
sobre la figura de Salomé.
De signo diferente son los poemarios El extranjero (2000), premio San Juan de
la Cruz, sobre el exilio, Los cuerpos
oscuros (2005), premio Jaén de Poesía, acerca de la enfermedad del
Alzheimer, o Antes que el tiempo fuera (2018), vigésimo quinto premio
Ricardo Molina, articulado en torno al fósil Amaltheus, que remite al origen, mientras
que, por contraste, el erotismo lúdico caracteriza La bámbola. Intrusos en la red (2010).
Este recorrido por
la obra poética de Juana Castro, que los lectores pueden seguir, por otro lado,
en las antologías Alada mía (1996), La extranjera (2006), Vulva dorada y lotos (2009) Heredad, seguido de Cartas de enero (2010) o Nunca estuve tan alta (2018), tal
vez puede hacer pensar que, dada la variedad de temas tratados y de
planteamientos estilísticos, se trata de una producción discontinua y dispersa.
«Nada
podría estar más lejos de la verdad –concluye Sharon Keefe Ugalde (2002: 12)–,
porque su obra, en toda su diversidad, forma un cuerpo textual unitario» donde cobra un papel de primer orden
el interés por la subjetividad femenina (Id.: 12-13).
En efecto, desde el
principio sus poemas critican la opresión de las mujeres y el papel que se les
asigna en el orden patriarcal, como se observa en «María encadenada», de Cóncava mujer:
Llora, pequeña.
Te están circuncidando en la belleza,
llora,
[…] Te están atando al oro
para que no
recuerdes
ni voluntad ni inteligencia,
para que seas eternamente la muñeca
presa de adornos y miradas. (Juana
Castro, 2010 b: 35)
Y pronto adquieren
un tono próximo a la disidencia o la subversión, rasgos de los que hablaba
Kristeva y que cristalizan en algunos ejemplos muy ilustrativos del poemario Del color de los ríos. Así, en «La era» surge un sujeto poético denunciador
de la coactiva ley del padre, que impide cualquier tipo de expresión:
Mi padre y yo dormimos
en la era, y la paja
nos es lecho de estrellas. Se sienten
las culebras cruzar toda la noche
los haces de cebada, y ratas como gatos
nos roban en el trigo. Me estremezco
y no grito, porque mi padre ronca
bebiéndose la luna […]
Castro, 2000 a: 19)
O en el poema «Padre», de título muy significativo, en el
que el poder patriarcal es ejercido violentamente:
Esta tarde en el campo piafaban las
bestias.
[…] Me tiró sobre el pasto
de un golpe, sin palabras. Y aunque
hubiera podido
a sus brazos mi fuerza,
no quise retirarlo, porque padre
era padre: él sabría qué hiciera.
Tampoco duró mucho.
Y piafaba las bestias. (Id.: 22)
No obstante,
nuestra escritora se percata enseguida de la dificultad de encontrar un
lenguaje poético a través del que alcanzar una expresión propia, distinta de la
masculina, que, desconectada de la influencia materna, no logra construir su
verdadera identidad, según se lee en «Zagal», del Del color de los ríos:
Soy el zagal, porque murió mi madre.
Para vestir me dieron ropas de
muchachos:
[…] y unas gruesas abarcas que me dañan
los pasos. (Id.: 15)
O en «Las trenzas», donde se prescinde del arreglo del cabello –“Mi tía
me ha cortado las trenzas./Ella dice que un muchacho se debe peinar pronto”- que
simboliza el cuidado materno, aunque el patriarcado lo haya convertido en un
aspecto de seducción a los hombres (Mª Milagros Rivera, 1996: 63).
Por eso una de las
tareas que Juana emprende es el reconocimiento de la madre, que, en este libro,
se advierte en el diálogo que se establece con su progenitora,
a la que, devolviéndole su dedicación, cuida con esmero en la vejez:
Y soy yo quien ahora te tiene,
[…]
Madre mía, mi niña, cúmplase
esta oscura inversión, y tengamos
tus cicatrices yo, tu corazón mis años.
(Id.: 67)
O la reconstrucción de
la genealogía femenina en el nombramiento de la cadena completa de las mujeres
de la familia:
SEPIA
Estoy aquí, colgada
en la pared de cal,
[…]
Soy tu abuela, la madre
de tu madre, que vivió como tantas.
Que dio a luz a tu cuerpo
y te puso en las manos
la existencia y el mundo. (Id.: 75)
Pero también en No temerás, donde se llega a la identificación
con la figura materna:
CÁLIZ
Y ahora soy
tan igual a ti, madre,
que no me conozco en el cristal
de este retrato tuyo tan presente.
(Juana Castro, 2010 b: 115)
Estas actitudes evitarían, en términos de L. Irigaray, el matricidio y restablecerían, a juicio de
Luisa Muraro (1991), la autoridad de la madre.
Ya en Narcisia, mediante una riqueza de
imágenes vegetales, trataba de crear un orden simbólico femenino donde la nueva
mujer, que vive de modo autosuficiente y en armonía con la naturaleza, da a luz
a su hija-hermana (“Hipóstasis”), al tiempo que se canta ese cuerpo femenino,
que parece estar dotado de atributos divinos:
INANNA
Como la flor madura del magnolio
era alta y feliz. En el principio
sólo Ella existía […]
¡Gloria y loor a Ella,
a su útero vivo de pistilos,
a su orquídea feraz y a su cintura
[…] porque es hermosa y grande,
oh la magnolia blanca. Sola! (Juana
Castro, 1986: 11)
Se trata de una
reinterpretación de los arquetipos y mitos que han sustentado nuestra cultura. Así, la revisión, en No temerás, del personaje bíblico de
Salomé:
ARA
Mi sed no es de este mundo.
Bailando
con la vida supe
que nunca existiría amanecer ni sueño.
Por eso te maté. (Juana
Castro, 2010 b: 121)
También de Dafne,
en el poema del mismo título de Paranoia
en otoño: «Que
tu luz no me busque, Apolo, porque soy una hoja/ que vive con el viento»
(Juana Castro, 2010 b: 53)
O de Penélope, en El extranjero, clara alusión a las
mujeres afganas:
PENÉLOPE
Kabul
Pajarillo enjaulado, me han quitado los
ojos
[…] Noche mía, mi luz
cuadriculada en negro, cómo pesa
mi manto y su bordado, cuánto tarda
la paz negra del cielo, cuánto tarda. (Juana
Castro, 2000 b: 71)
Pero especialmente significativo es el caso de los cuentos
infantiles, que suponen para la niña un aprendizaje de modelos idealizados como
la boda de blanco, cuyo ritual se desenmascara en «María desposada», de Cóncava mujer:
Era blanca la boda: un milagro
de espuma, de azahar y de nubes.
Cenicienta esperaba. […]
Blancanieves dormía.
[…]
Y a la boda se fueron una tarde
con su mística plena. Y cambiaron
la hora de su brújula
por el final feliz de los cuentos de
hadas. (Juana Castro, 2010 b: 36)
Otro mecanismo para
resquebrajar el discurso falogocéntrico
es el lenguaje místico, susceptible de albergar la disidencia, que se reflejaba
en imágenes procedentes del Cantar de los
Cantares en Narcisia, y se
realiza plenamente en Arte de cetrería,
de influjo sanjuanista:
DE LA CAZA CON EL GAVILÁN
[…]
Ni una sombra, ni polvo, quedarán de
este lance.
Tan secreto será, tan silencioso,
que aguardo ya tu nombre, descendiendo,
cuando el vuelo levantes tras la muerte.
(Juana Castro, 2004: 41)
Y es que lo místico, en la medida en que conlleva la disolución
del sujeto en el objeto, es un estado hacia el que las mujeres se muestran
proclives porque la posibilidad de ser sujeto es reprimida por el discurso
patriarcal. Nos hallamos, pues, ante una escritura indagatoria o que tiende a
la disolución, pero germinal de un nuevo orden. Por ello no sorprende que Juana
convirtiera el exilio en el tema central de El
extranjero:
UNA HOJA
Sin tienda ni equipaje.
Te has plantado
delante de mi casa
(Juana
Castro, 2000 b: 12)
Ni que su voz se
identifique con la imagen del extranjero, condición que no escapa a lo femenino
(Cixous), en el poemario No temerás,
que conviene bien a la subjetividad ´nomade` de Rosi Braidotti (2000: 31)
DESTIERRO
Yo no soy de esta tierra.
Era ya extranjera en la distancia
del vientre de mi madre
y todo, de los pies a la alcoba, me
anunciaba
destierro. […] (Juana Castro, 2010 b:
113)
O de la “náufraga” -en femenino- en Antes que el tiempo
fuera: “Náufraga es alguien/ encallada de pronto en la prehistoria […] Ser
náufraga, viajar/a un futuro de dunas esquilmadas”
Un procedimiento
distinto, pero que contribuye asimismo a la quiebra del sistema patriarcal es
la ironía desestabilizadora, que transita por los versos de La bámbola, en los que el erotismo, a
veces combinado con imágenes de las nuevas tecnologías, es el cauce elegido
para parodiar los modelos que la publicidad ofrece en nuestra sociedad de consumo:
ES MI HOMBRE
Si usted, señora, es frígida
descanse ya, y recuerde: […]
Vendemos los orgasmos a granel
[…] Sin médico, sin drogas, sin gimnasia
[…]
Nosotros le ponemos el placer.
Usted sólo el dinero. (Juana Castro, 2010 a: 33-34)
O, en este otro
ejemplo, que, contraviniendo la concepción canónica de la relación amorosa en
la tradición literaria, avanza a través de una serie de imágenes novedosas
hasta un final inesperado:
SUBLIME DECISIÓN
Es injusto el amor, nunca se adapta
ni a razones, ni a ritmo, ni a su
tiempo.
[…]
Por eso en esta hora
de mi azarosa vida me he propuesto
[…] sin tardanza entregarme al que será
mi amor más puro y noble:
El éxtasis sin celos y sin trabas
con un muñeco hinchable. (Id.:
Esta sátira de
actitudes y hábitos triviales de la vida social postmoderna aparece también en la
obra en prosa Valium 5 para una naranjada
(1990), que, como en la poesía, trata de desmontar los estereotipos de un mundo
que con frecuencia marginan o subyugan a las mujeres, pero que encuentran en la
obra de la escritora cordobesa una vía de denuncia. Es la finalidad que preside
también la lírica de otras autoras contemporáneas. Pero justo es reconocer que ha
sido Juana, creando, a partir de nuestra herencia literaria, un universo poético
personalísimo, una de las primeras en haber abierto el camino.
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infinito singular, Madrid, Cátedra («Feminismos»).
Algunas fotografías del magnífico acto de entrega del premio, en el Palacio de Orive de Córdoba.
Manuel Rico
Presidente de ACE
En la mesa: José Mª Bellido, Alcalde de Córdoba y Manuel Gahete, presidente de ACE Andalucía
José Sarria
Secretario de ACE Andalucía
Entrega del XII Premio Elio Antonio de Lebrija, a Juana Castro
Mª Ángeles Hermosilla Álvarez
Catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada Universidad de Córdoba
Juana Castro
Alcalde de Córdoba
Autoridades
JUNTA DIRECTIVA DE ACE
Antonio Moreno Ayora, Delegado Córdoba
Mª Jesús Fuentes, Delegada Ceuta
Juan Clemente, Delegado Sevilla
Inmaculada G. Haro, Socia ACE Andalucía Málaga
Juana Castro
Aurora Gámez Enríquez, Delegada Málaga
José Cabrera, Delegado Jaén